domingo, 18 de noviembre de 2007

Viaje a Cabo de Gata (Sept.05)

Este viaje los hicimos tres amigos de toda la vida, José, Miguel y yo, a Cabo de Gata. Fue en septiembre de 2005 y nos quedamos dos noches en el hostal Las Gaviotas, en San José, una aldea costera reformada a apenas cinco kilómetros del cabo.


DÍA 1

Llego a las 11:30 al punto de reunión, en El Limonar, Málaga. Ya están José y Miguel, esperándonos a mí y a uno más. En principio deberíamos ser cuatro para este viaje. Aún no hemos salido, y de repente el cuarto amiguete decide que no quiere reventarse el culo de paquete en ninguna moto. Es un mediodía de finales de septiembre muy soleado, pero ya hace un pelín de fresco. Decido ponerme una sudadera, la chupa vaquera y mis guantes de cuero, ya que arrastrarse por el asfalto nunca es una opción. Salimos.

Primera parada llegando a Motril. Hay que acostumbrar el culo.

Después de esta foto paramos en ... ejem... un McDonald!!! para comer. Tengo que decir que la decisión fue democrática. Y continuamos con una rata picá y alguna porquería más en el estómago nuestro viaje a Almería. El trayecto lo hicimos a una media de 90 km/h bastante tranquilos y haciendo altos para reposar las posaderas.


Comienzan los acantilados después de Motril.


Llegamos a Cabo de Gata a eso de las 19:00, más o menos. Y en concreto a nuestro destino, San José. Hasta llegar allí nos perdimos unas cuantas veces, pero eso, es parte del encanto de no tener GPS. No en vano atravesamos sin necesidad (Qué bien suena) la ciudad de Almería. Allí, a la altura del puerto, reviví por unos instantes, a modo de deyaví, una sensación de amor que me estremeció, despertando de su letargo e invadiéndome la nostalgia, y al mismo tiempo la esperanza de volver a perpetuarlo, por finito que fuera. Más adelante, pasamos la zona de invernaderos, y nos extraviamos a la altura del aeropuerto, para dar por fin con el camino que nos llevara, a través de una vasta planicie desértica, a San José. El primer hostal que vimos nos gustó, se llamaba Las Gaviotas. Tenía toda la pinta de ser de esos hostales que por no pagar los impuestos equivalentes a un hotel, tenían la categoría legal de hostal. Estaba muy bien. Parquing cerrado, baño en las habitaciones, y buen servicio.


Hostal Las Gaviotas. No está nada mal.

Ya con los bártulos en la habitación, y después de picar algo del súper de al lado, cogemos las motos de nuevo y salimos a aprovechar las últimas horas de luz de un lugar que no conocemos. Repostamos en la gasolinera más cercana, aún de día, y decidimos sencillamente continuar sencillamente por la carretera hasta que uno de los tres decidiera tomar cualquiera de los caminos que atravesaban la comarcal. Sería, al final, cómo no, el más pedregoso y serpenteante de todos que nos dirigiera hacia el mar. Y aunque no llegamos al mar esa tarde noche, por la luz pírica y menguante, sí llegamos a una enorme explanada en mitad de la nada, desde donde hicimos un alto para contemplar la puesta de sol almeriense tras una estribera de montañas en lontananza, más allá de la ciudad.


De camino a ninguna parte.


Exhaustos pero contentos de haber llegado al desierto.


También filmamos varios videos haciendo el jilipollas.


Esta foto parece un cuadro de Dámaso Ruáno. Preciosa.


Tras la puesta de sol, volvimos a San José a cenar.


Ya de vuelta en San José, buscamos un lugar donde cenar mientras escudriñamos cada rincón, cada callejuela, y nos mezclamos con su gente. Parece que fuera un lugar de paso, y al mismo tiempo el destino de muchos viajantes. Hippies, ciclistas, motoristas y extranjeros, se ven en las terrazas de los restaurantes de la calle principal. Decidimos entrar en una pizzería donde, por seis euros te ponían una pizza gigante, la más grande que he visto nunca. Fue chocante la actitud incréula de Miguel que incluso llegó a pedir explicaciones al camarero de aquella desproporción tan generosa, a lo que éste le respondió: "Es así y ya está. No te le des mas vueltas (JODEEER) y disfruta de la comida" - mientras reía habituado a este tipo de comentarios.

Ya en el hostal, y cuando José y Miguel se fueron a acostar, saqué el portátil y me acomodé en una sala común para trabajar sobre un proyecto que tenía que terminar a la vuelta del viaje.


DÍA 2

Nos levantamos relativamente temprano. A eso de las 10:00 o así. El día vuelve a ser muy bueno para rutear por el desierto. Vamos al súper a comprar algo para el desayuno, y aprovechamos para preguntar algún pueblecito interesante o punto al que merezca la pena ir de los alrededores a San José. Nos dicen que San Felipe está muy bien, y nos mientan una tal playa de Los Genoveses. Así que desayunamos y antes de rodar de nuevo en carretera, callejeamos un poco por San José, hasta llegar a la playa muy amplia con familias almerienses bajo las sombrillas y demás. Hay otra zona de San José muy interesante de pequeñas casas pegadas al mar en la piedra, con balcones y terrazas en arco. Precioso.


Idílico hábitat de cualquiera que se precie soñador.

Después de conocer a la luz de la mañana, un poco más San José, enfilamos el tramo de comarcal de acceso al pueblo, y que ya conocemos, hasta el primer desvío que nos dijeron en el súper. El mapa que llevabamos tampoco ayudó demasiado, ya que era de éstos que te pintan un lince, o una cabra montesa, o una atalaya, y no te ponen ni la décima parte de los caminos que hay. Así que, ya volveríamos a preguntar... en el desierto.


Atravesando el desierto en moto con dos amigos.

Al principio íbamos confiados y por carreteras asfaltadas. Pero más adelante la cosa se complicaría, hasta llegar casi ha hacer trial con las motos que llevábamos.


José desayunando mosquitos.


Tres estilos de sentir la moto muy diferentes.

Tras un alto en un prado de espigas, continuamos la marcha por los altibajos, pedregales, grandes rectas, zonas de panorámicas impresionantes, planicies gigantes, etc. de Cabo de Gata.


En busca del pueblo de San Felipe, que al final encontramos...

Tras otear el horizonte varias veces después de mirar el 'mapa del tesoro' que llevábamos en lugar de mapa, le preguntamos a un guiri por dónde llegar a San Felipe desde allí. También nos comentó acerca de una playa nudista no muy lejos de donde estabamos. En más de una ocasión llegué a pensar que el guiri, alemán creo, se deshizo de nuestro interrogatorio mandándonos a tomar por culo por aquella cañada llena de cactus, reptiles y conchas de caracol seco semienterradas en la tierra. A José le encantó ese tramo...


Perdidos por un camino de cabras,
la espalda de José se resentía, y José nos maldecía.


Como seguíamos perdidos nos sacamos otra foto.

Ya encauzados por las referencias que nos dió nuestro simpático guía, nos adentramos por una bifurcación apenas intransitable por la cantidad de baches y ondulaciones del camino, directos hacia la playa que nos recomendó.


Este camino nos llevaría a una cala nudista. A 10 por hora.

Tras casi treinta minutos interminables, se hizo la luz, el mar, de color topacio esmeralda, las montañas que cerraban la cala, las rocas y la arena de la playa. Había muy poca gente. Se ve que es un sitio tan conocido como lo puedan ser las calitas más recónditas de Maro.


El mar es de color topacio esmeralda. Diferente a Málaga.


Un merecido baño para tonificar los músculos, y descansar.


Érase un cangrejo a un pez pegado.

Una vez volvimos a la carretera, y después de disfrutar de las cálidas aguas de Cabo de Gata a finales de septiembre, llegamos por azar a Los Escullos - La Isleta del Moro. Una aldea pescadora encantadora.


Esto es en Los Escullos, La Isleta del Moro.


Antes de serpentear por la aldea de Los Escullos.


¡Po ya m´nfadao!

A menos de un kilómetro se situaba San Felipe. Otra aldea casi o más pequeña que la anterior, con una montaña rocosa saliente del mar, con caminitos peatonales que bajan desde su alto mirador, y desde el que se divisaba toda la costa noreste del cabo. Un espectáculo de lo más natural.

En el mirador de San Felipe.

Por la tarde, ya en la habitación, José decidió descansar porque ya se le dolía la espalda, con lo que, Miguel y yo, aprovechamos para volver a algunos de los puntos que más gustaron del trayecto matutino, y volver a recorrer la increíbles carreteras que dejamos atras.

Sacamos varios videos de ciertos tramos, en especial de uno alucinante de una recta en pendiente que sube derecha hacia el mar por una montaña, hasta un cambio de rasante muy pronunciado que descubre, en su punto de inflexión, y de sopetón, la inmensidad del mar con toda la luz del astro Sol escondida por la montaña, bajando nuevamente para entrar en una fase de curvas sobre el acantilado. Para vivirlo y revivirlo.


DÍA 3

Y día de regreso. Una última vuelta de despedida por San José para más volver. Los regresos siempre tienen un objetivo claro, que hacen que te ensimismes en tu viaje de vuelta, de nuevo en tus cosas, en tus quehaceres y obligaciones. En el último tramo metimos algo más de caña al acelerador, que de vez en cuando no es malo. Nos despedimos con una sesión de fotos en una gasolinera a la altura de Motril.


Calle principal de San José. Al final quedaba el mar.


Asegurándonos el retorno al dulce hogar.


Último alto y despedida. Este José siempre fue un poco exagerado.

Realmente merece la pena con creces disfrutar de tu moto y tus amigos durante un par de días o tres, mientras conoces lugares diferentes, otras ciudades, nuevas personas, e increíbles parajes y carreteras. Aunque corto, mereció la pena.

¡¡ V´ssssssssss !!

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